Friday, March 10, 2006

La Biblioteca.


-Por fin solo- dijo con un suspiro y se dirigió a su sillón preferido en toda la casa. Una casa grande, demasiado grande para un hombre que vive solo, pero lo suficientemente grande para una persona con tantos secretos.
Horrible tarde que vivo, detesto estar así, echado en casa leyendo, ya no lo disfruto. Estoy con ánimos de querer hacer algo pero no puedo, por que no lo hago? Es tan difícil levantarse y ponerse a hacerlo? Realmente me cuesta tanto, no sé que es, pero puede mas que mis ánimos y mis ganas de llamarte. Triste? Si, es lo más probable que esté triste, pero por que? He sido elogiado por los mejores, por todos, personas que yo admiraba ahora me piden consejos. Tengo todo lo que siempre quise, mi casa, mi trabajo, el juego de sillas, y mi querida biblioteca. Dicen que la inteligencia de una persona se puede medir por la cantidad de libros adquiridos en su biblioteca. Hay que leer, para obtener conocimientos y no hay sabiduría más gratificante que la de un libro que nos abre la mente a nuevos horizontes, como a mí muchos me ayudaron a tomar decisiones en mis negocios, gracias a los cuales prosperé. También estuvieron esos que me sirvieron para conquistar alguna que otra mujer, esos que te preparan para momentos difíciles, también están esos que te ayudan a viajar desde el fondo del océano hasta la estrella mas lejana. Pero todo ese conocimiento adquirido, toda la química en el universo, la física y metafísica de las cosas, las exactas matemáticas y la incomprensible astrología. Nada, nada me puede hacer levantarme de aquí, nada puede sugerirme que hacer en estos casos. Libros de inútil autoayuda pasaron por mis manos y terminaron avivando el fuego en invierno, no estropearía la literaria estética de mi biblioteca con esos manuales de instrucciones de una vida que no se puede conseguir. No, por mas que todos y en cada uno de los libros se repitiera la misma frase: ‘’levántate, llámale, dile que lo sientes, que la extrañas, confiésale que no eres nada sin su amor, dile que nunca tuviste momento mas triste como aquel en el que decidiste partir, cuéntale como se detiene el tiempo cuando sonríe, como sufres por ella y como ocultas tu dolor, coméntale que todos tus logros, todos los reconocimientos y elogios recibidos, todas tus pertenencias materiales, no son mas que vanos intentos por evitar pensar en ella, inclusive esta vasta biblioteca llena de conocimiento se vuelve nada mas que una tira cómica ante su palabra precisa’’. No, no puedo llamarle, no tengo nada que decirle, hace mucho tiempo le di una oportunidad y la perdió, o, mejor dicho, sin engañarme, porque no engaño a nadie mas que a mi, la perdí.
Me ayudó, acaso, alguno de los libros a recuperarla? Que uso tiene, tomé mi decisión hace mucho tiempo sobre lo que debía hacer y terminé en el jardín donde los caminos se bifurcan. Pienso y me doy cuenta que no hay nada con vida cerca de mí. Alguna vez tuve una planta, la cuidé, le di sol, pero nunca su flor se mostró ante mi (al igual pasó con mis amigos). Alguna vez el pasto creció en el patio, alguna vez... nada, ya no hay nada. Y si hubieran, cual sería la diferencia? Acaso las plantas me contarían como estuvo su día, me abrazarían y me darían un beso en la frente? No hay nada en el mundo para llenar tan profunda soledad, ni esos libros, esos empolvados libros fueron los que me incentivaron a ser lo que soy. El leer es querer saber, dicen, pero no te avivan de que leer es también querer estar solo. La sabiduría te hace inteligente, la inteligencia te ayuda a resolver problemas, pero no te hace mejor persona.
Ya está, ya lo eché a perder y me levanto, si, me levanto y saco mi encendedor de plata de mi pantalón de fina tela. Al pasar por la estantería de roble que sostiene esa amplia selección de vinos finos y los más caros whiskys escoceses. Tomo una botella, casi sin fuerzas, no tengo ganas de caminar, pero estoy convencido ahora. Esa maldita biblioteca, hizo de mi lo que quiso, abusó de mi por largas horas, me dio conocimientos que no me sirvieron, conocimientos que me hicieron perder a mi mismo. Ahora, Que hay más peligroso que un hombre vencido?
La botella explota en pedazos al impactar contra las estanterías llenas de libros. El encendedor encendido le sigue. Luego las cortinas de seda. Me siento en mi sillón nuevamente, reconfortándome con lo único que me hace sentir bien, mientras arde cada uno de los libros, sonrío y el fuego se expande por la alfombra, los muebles de caoba tallados a mano. Cierro los ojos sintiendo el leve calor y ni me molesto en pensar si hago lo correcto. Suspiro, mientras aun queda oxígeno en el aire.
Me dirijo hacia la mesa del teléfono dejando atrás mi vida, mis principios, mis logros, y marco su número como si tuviera mis dedos acostumbrados al marcado, como si lo marcara todos los días, cuando en realidad hace años que no hablo con ella. Suena una vez y respiro hondo, con la conciencia de que ahora el aire puro es escaso en la habitación, suena dos veces y cierro los ojos concentrándome en mi discurso, suena tres veces y otra cuarta vez. Alguien atiende! Me siento en la silla junto a la mesa del teléfono.
- Hola?- es ella! No puedo creer que esté escuchando su voz, aún con la distorsión de la codificación y decodificación que sufre al pasar por la línea telefónica y también teniendo en cuenta los años que han pasado, su voz suena igual de dulce, recorre mi oído, inconfundible.
- Hola, quien es?- Repite mientras el fuego consume el empapelado de las paredes y ahora está todo a mi alrededor. No le digo nada, por un memento siento dejar caer el tubo del teléfono. No! Que estoy haciendo? Tengo que hablar con ella, pero, que hay de mis principios? Mis logros que tan sacrificadamente conseguí?
- Quién es? Si no habla voy a cortar... - Dice ella y lentamente, como si ya no tuviera mas que perder, sostengo firme el tubo. – Hola, mi amor, soy yo.
Del otro lado del teléfono se escucha un repentino silencio, si, reconoció mi voz.
- Ha pasado mucho tiempo y han pasado muchas cosas, así que entiendo que experimentes la mudez de la sorpresa, llamo porque he prendido fuego mi biblioteca y se ha apoderado de toda la habitación ya pero eso no me importa. Acá es un infierno, pero no se compara al infierno de que no estés a mi lado. Estoy vencido, quiero decirte que lo siento, arruiné todo, vos me diste tu amor y confiaste en mi, y yo te decepcioné.
Escucho sollozos, su llanto del otro lado del teléfono mientras aquí ya no queda mucho oxígeno. Las llamas consumen todo, la extrema falta de aire puro me obliga a toser.
-Yo lo siento - Dice ella entre sollozos - Te extraño, vuelve, por favor -.
‘’Vuelve a mi’’ esa frase hizo eco en mi, había escuchado eso antes. La imagen de ella cuando aun éramos jóvenes se apoderó de mi pensamiento, la memoria de la calidez de su mano en mi se hizo presente. Quise decirle que a pesar de todos mis esfuerzos, jamás tuve el valor de hablarle, de confesarle que me escondí de su amor, por suposiciones erróneas, porque no podía aceptar la ilógica del amor que se había apoderado de mi, por cobarde. Pero apenas podía respirar. ‘’Aún te amo’’ creo que esas fueron las ultimas palabras que escuché antes de dejar caer el tubo del teléfono. Antes de perder el conocimiento puede ver humo por todos lados. El fuego caía del techo junto con las vigas. Caigo en el suelo precipitosamente.
En ese último segundo, dicen que pasa la vida ante uno. Mi vida, yo solo puedo verme leyendo los libros de lo que alguna vez fue una biblioteca, perdiéndome en los laberintos de las palabras, introduciéndome en lo mas recónditos pensamientos de los grandes escritores concebidos por el mundo. No tengo tiempo, para lamentar mi estilo de vida. Sentía pena, hasta que apareció, así, como cuando se habla, y de repente calla, por improvisto del pensamiento que interrumpe la acción de hablar, mis recuerdos de vida son irrumpidos por su rostro en primavera, su sonrisa plena. Siento que mi vida no fue tan en vano, me iluminaste de alguna forma, me hiciste vivir y ahora por vos muero.